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Una mirada a nuestro interior

Somos capaces de ver y analizar el mundo de los demás, pero nos cuesta mucho descubrir nuestro mundo.

Ser honestos con nosotros mismos y observarnos es descubrir lo que realmente somos, pero a la vez, nos da miedo encontrar nuestra propia vulnerabilidad, nuestras debilidades.


Preferimos quedarnos con lo que nos dicen los demás y además nos lo creemos. Sea bueno o sea malo.

Pero, ¿y si miramos más en nuestro interior, en nuestros valores y en lo que en realidad somos?

Quizás dejaríamos de guiarnos por creencias del tipo "que dirán de mi", "no me comprenderán", "pensarán que soy raro", "pensarán que no valgo lo suficiente", "no gustaré", etc. Todo son miedos.


Mostrar nuestra verdad nos hace libres, nos hace brillar tal y como somos.


Debemos comprender que no podemos gustar a todo el mundo y que todo empieza por gustarnos, primero, a nosotros mismos.


¿Cómo podemos amar a los demás si no nos amamos a nosotros mismos?


Vivir con tantas etiquetas impuestas por la sociedad y por las ideas de otras personas nos limitan. No nos permiten mostrar lo que podemos llegar a dar y ser en esta vida. Todos tenemos un valor y cada uno de nosotros somos únicos, con nuestras manías, habilidades, capacidades, miedos, etc.


Todos tenemos un propósito y debemos luchar por descubrir cuál es y por conseguirlo.

La lucha requiere esfuerzo, tiempo, constancia y sobretodo actitud.

Está en nuestras manos y es nuestra responsabilidad buscar nuestro camino, aquél en el que nos sintamos completos, aquél que, a pesar del esfuerzo, sabemos que cuando lo alcancemos habrá valido la pena pasar por dificultades. Aún, tendrá más mérito haberlo encontrado, nos acercará a nuestros sueños a nuestro propósito de vida.


Personalmente, encontrar mi propósito ha sido un proceso. He tenido que pasar por muchas circunstancias, por muchas experiencias algunas buenas y otras no tanto, pero todas ellas me han convertido en lo que hoy soy.

Y desde estas vivencias he podido descubrir mi verdadero yo y mis valores más importantes.

Por fin, sé lo que quiero y deseo. Ya no puedo mirar hacia otro lado por el temor a qué dirán, por pensar que muchos no aceptarán mi postura. Todo son miedos y ya no quiero que condicionen mi vida.

No se puede huir de los miedos. Siempre estarán allí alertándonos sobre algo desconocido.

Al fin y al cabo, el mensaje del miedo es "prepárate mejor". Así, nos sentiremos más seguros y afrontaremos mejor las situaciones.


Los logros están al otro lado del miedo.


No debemos permitir que los miedos nos saboteen e invadan nuestra cabeza de pensamientos negativos que nos nublan y no nos permiten avanzar.

En mi proceso, he descubierto que una de las cosas que más valoro es la libertad, que se respete mi libertad.

A veces, al no mostrar nuestra verdad, nos hacemos prisioneros de nosotros mismos.

Cuando ocultamos lo que verdaderamente somos, inconscientemente dejamos que los demás muevan los hilos de nuestra vida, reprimimos nuestras necesidades.

Aceptamos, dejamos que los demás tomen decisiones por nosotros, nos preocupamos por el bienestar de nuestros familiares, amistades, hijos, etc., pero se nos olvida que primero debemos aceptarnos a nosotros mismos.

Quizás, podríamos empezar por revisar nuestra vida y perdonarnos si algo que hemos hecho, ahora o en el pasado, nos ha ido anulando como personas y así darnos la oportunidad de reajustar nuestras necesidades.

Aceptarnos como somos, sería el siguiente paso. Mirarnos al espejo y decirnos:


"me quiero y me acepto tal y como soy"


Si conseguimos estar bien con nosotros mismos mejoraremos la relación con los demás, tendremos más amor para dar, amor del verdadero, incondicional.

Dar amor sin esperar nada a cambio, nos libera, ya que, desparecen las expectativas.

Cuando damos amor, muchas veces, esperamos algo a cambio y suele ocurrir que no se cumple, al menos, de la manera que a nosotros nos hubiese gustado, y en ese momento llega la decepción o la frustración.

Llegan los miedos y empezamos a preguntarnos:

¿Qué he hecho mal?

¿Ya no me quiere?

¿Podría haberme dicho...?

¿Podría haber hecho...?


Cuando damos sin esperar, nuestra mente deja de hacerse todas estas preguntas y empezamos a vivir y a sentir el amor verdadero.

Sin duda, cada vez que damos, la vida nos recompensará en algún otro momento, probablemente, cuando menos lo esperemos.


Mira tu interior, obsérvate sin juzgarte:

¿Qué puedes mejorar?

¿En qué puedes contribuir?

¿Qué necesitas para sentirte mejor?


Ser honesto con uno mismo, es un proceso de autoconocimiento, necesario para mejorar como persona. Habrá cosas que quizás nos duelan, pero hacernos conscientes de ello, nos permitirá cambiar hacia algo que nos sirva mejor.

Te permitirá sacar a la luz lo que realmente eres, permitirá que brilles con luz propia y además, podrás cambiar aquellas cosas que no te hacen bien, ni a ti, ni a los demás.

Se trata de crecer como personas y de esta manera sentirse conectado con la vida, con nuestros seres queridos y con nosotros mismos.


Todos tenemos el derecho a defender nuestro propio reino, nuestro propósito y es tan importante como el de los demás.


Busca tu lugar y lucha por conseguirlo, mereces ser feliz, todos lo merecemos.


La felicidad está al alcance de todos.


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